1 de mayo
por Roberto García González.
Conocido como Día del Trabajo internacionalmente, esa fecha conmemora un hecho particular.
En el año 1886, más de 300 mil trabajadores marcharon en diversas ciudades a lo largo del territorio de los Estados Unidos, celebrando que, dos años antes, en la Convención Nacional de Chicago, la Federación de Sindicatos Organizados proclamó la jornada laboral de ocho horas. Dicha reivindicación ya había sido objeto de la llamada Ley Ingersoll, en 1868, pero solo aplicaba para los trabajadores del Estado.
A pesar de ello, muchas empresas decidieron ignorar la proclama, y continuaron con sus regímenes opresivos. En Chicago, centro neurálgico de las protestas obreras, la policía reprimió a los trabajadores de la fábrica de maquinaria agrícola McCormick, varias personas perdieron la vida, y un número indeterminado de manifestantes fue herido de igual forma en aquellas protestas.
El descanso esperado de ese día por los trabajadores de hoy, tiene un origen de lucha y represión, una espada ensangrentada que se blande cuando el Derecho no ha sido suficiente herramienta para proteger a los más desfavorecidos.